martes, 14 de junio de 2016

LS 2. Como hijos pródigos

2. Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura.
Imagen enlazada de http://www.puentedeluz.org/22-de-abril-dia-de-la-madre-tierra/

La imagen de la apropiación me ha recordado inmediatamente la escena del hijo pequeño del padre pródigo, que le pide una herencia que no le corresponde aún; sin embargo, el padre se la otorga, y él la malgasta, dañándose a sí mismo e iniciando un camino de arrepentimiento que le llevará a volver al padre (Lc 15, 11-32).

Pero aquí hay una pequeña diferencia. Hemos contemplado en la entrada anterior a la Tierra como madre, pero también como hermana, frágil y susceptible al mal uso que estamos haciendo de la herencia recibida. A la vez que nos dañamos a nosotros mismos, la dañamos a ella y limitamos su capacidad maternal. ¿Nos arrepentiremos a tiempo como para permitir que ella esté, aún, esperándonos con los brazos abiertos, o habremos dañado para entonces, irreversiblemente, esa capacidad?
 

lunes, 13 de junio de 2016

LS 1. La hermana nuestra madre Tierra

1. «Laudato si’, mi’ Signore» – «Alabado seas, mi Señor», cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba»
Imagen enlazada de http://aulaplaneta.com/2014/04/17/agenda/cinco-ideas-para-celebrar-el-dia-de-la-madre-tierra-cuidando-el-planeta/
Madre y hermana a la vez. La primera vez que leí la encíclica, me llamó la atención que esta idea estuviera en su inicio: considerar a la Tierra como madre y hermana no deja de ser, hasta cierto punto, extraño en la mentalidad occidental. Parece más una idea propia de tribus indígenas, aunque eso no hace que deje de interrogar...

Ahora ya lo veo de otra manera.Cierto es que es fácil de entender a la Tierra como madre: nos da la vida, nos sostiene, nos alimenta... Pero si es todo esto, ¿cómo puede ser a la vez hermana?

Entiendo que ser hermana significa ser como nosotros, ser incluso una de nosotras, creatura de Dios a la vez que madre... y madre frágil por tanto. ¿Seremos capaces de atender la fragilidad de nuestra madre, o, lo que es lo mismo, a nuestra madre frágil? Me preocupa un poco, porque si en occidente no somos capaces, en general, de cuidar a nuestras madres y padres frágiles ancianos, sino a través de instituciones, igual pretendemos lo mismo con la madre Tierra, que la cuiden otros, que la cuiden las instituciones. ¿No seremos capaces de tomarnos el cuidado por nosotros mismos?

Macaco canta así a la Madre Tierra y a su fragilidad:


jueves, 9 de junio de 2016

Espiritualidad en la encíclica Laudato si'

La encíclica ecológica del papa Francisco ha supuesto un espaldarazo para muchos de los que, desde la perspectiva de la fe, andábamos buscando la forma de integrar el planteamiento ecológico en nuestra vida y en la de la Iglesia. Su apuesta por una ecología integral nos ha conectado con lo más avanzado del movimiento ecologista, aportando una visión creyente católica abierta al mundo.

A pesar de que la encíclica incluye un capítulo (el sexto) dedicado a la educación y la espiritualidad ecológica, no son pocas las voces que expresan cierta frustración por no encontrar un desarrollo profundo de esa dimensión espiritual de la ecología desde una perspectiva cristiana. Es posible que la expresión explícita de esa espiritualidad pueda no satisfacer a muchos, pero de lo que no hay duda es de que se pueden encontrar rastros de esa espiritualidad más profunda a lo largo de todo el texto, que no deja de mostrar una serie de convicciones profundas que respaldan las afirmaciones vertidas en el texto.

Encontrar pistas de esas convicciones, y dejarse interpelar por ellas, puede ser una vía para labrar lo profundo de las convicciones ecológicas de un creyente. Y a eso me dispongo, a dejarme interrogar, a dejarme sorprender por el texto, en directo, pero a cámara lenta. Párrafo a párrafo, punto a punto, para que los matices puedan aparecer a diestro y siniestro. Y sin pretender teorizar o sistematizar esa espiritualidad, cosa que otros ya han intentado con mejor éxito, sino tan sólo dejándola fluir y atravesar el corazón. Iremos viendo lo que sale.

El mismo título, "Alabado seas", ya nos ofrece una pista orientadora del planteamiento de la encíclica. Va a ser difícil captar la profundidad de su planteamiento si no se parte de una convicción profunda, la de una realidad de la que formamos parte pero que a la vez se nos escapa, nos excede, y sólo nos queda la posibilidad de alabarla, adorarla, admitirla, reconocerla. Va a ser difícil acercarnos a la ecología profunda que nos plantea el papa sin el asombro ante el conjunto de la realidad y ante la Presencia que le da sentido.  Si no nos sentimos vinculados a la vez que sobrepasados, es posible que nos quedemos a años luz del contenido de la encíclica. Si no compartimos al menos algo de la experiencia básica de san Francisco de Asís, que le llevaba de la contemplación de la naturaleza y la vida a la contemplación del mismo Dios, algo (mayor o menor) se nos quedará por descubrir.

Preparemos, por tanto, nuestra capacidad de asombro, nuestra capacidad de vinculación y nuestra capacidad de adoración a esta realidad que se nos hace presente en y a través de la Naturaleza y de la vida.