viernes, 4 de enero de 2013

Una sencilla y buena lectura de la crisis

"No somos una generación perdida" es el título de un breve suplemento que Cristianismo y Justicia acaba de publicar en el último mes. En él se da voz a un grupo de jóvenes que han estado reflexionando, durante el año 2012, sobre la situación actual.
Y se ve que les ha cundido, dado lo bien que describen los puntos fundamentales de esta situación de crisis:
  • el individualismo en que vive sumido nuestra sociedad, en la que se ha perdido la visión del bien común
  • la mentira ideológica en que está basado el neoliberalismo, que vende la igualdad de oportunidades y, por contra, la culpabilidad de todo aquél que no triunfa en el sistema
  • la insensibilización frente al sufrimiento (y recuerdo la homilía de nuestro párroco en que se preguntaba por la aparente falta de sentimiento de nuestros gobernantes a la hora de hablar de la situación actual y de los recortes, a pesar de que están generando mucho dolor. Pero aún hay más, es más duro reconocer que ningún gobernante de los últimos años ha entonado el mea culpa por llevarnos hacia donde estamos)
  • la falta de interés de nuestros gobernantes en contar con la participación de la ciudadanía, lo que incrementa el déficit de legitimidad democrática de su actuación
  • la polarización y simplificación ideológica en que nos han sumido nuestros gobernantes, que dificulta el diálogo
  • la mercantilización de la vida en todas sus dimensiones, olvidando el horizonte ético que toda actividad humana debe tener y reduciendo todo en la vida a nuestra capacidad de consumo
  • y, finalmente, la situación de invierno eclesial en la que vivimos, condicionada tanto por el ambiente social utilitarista y mercantilizado como por la incapacidad de los dirigentes eclesiales para liderar una Iglesia significativa en el mundo actual, basada en el Evangelio.
Ante ello, estos jóvenes no dan por perdida su vida, reconocen que hay semillas de cambio en marcha y se comprometen desarrollar las oportunidades que la vida lleva consigo, por un cauce de fraternidad y de cuidado de la persona. Ojalá que esto sea contagioso, y se difunda por toda nuestra Iglesia y toda nuestra sociedad.

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